El feminismo del día a día captura un espacio de resistencia cotidiana: la peluquería, donde las doñas, sin pretenderlo, tejen redes de apoyo y sororidad. Entre secadores y tintes, se comparten historias, se aconsejan unas a otras y se genera un refugio de escucha y comunidad. Sin discursos académicos ni etiquetas, practican un feminismo intuitivo, el que nace del cuidado mutuo, de la experiencia vivida y del simple acto de sostenerse entre mujeres. Esta imagen reivindica esos espacios donde lo político se da en lo cotidiano, en una charla sobre el marido que no ayuda, en el elogio a la independencia de la nieta o en el apoyo a una amiga que está pasando un mal momento.